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LAS PASIONES DEL SER EN LA INFANCIA: ARTICULACIÓN TEÓRICO CLÍNICA.


SILVIA TOMÁS


tomassilvia@hotmail.com


Resumen editorial:


La autora presenta un caso a partir del cual realiza consideraciones teórico clínicas acerca del valor de la transferencia en el psicoanálisis con niños, el estatuto del juego en tanto dispositivo de tratamiento del goce, el pasaje del analizante de la pasión a la “fixión”, la producción del objeto a como causa y el trabajo del analista en la producción y soporte de un entramado subjetivante.


Palabras clave Pasión; pulsión; objeto; juego; causa; sujeto.


The passions of the being in childhood: theoretical clinical interaction.


Abstract


The autor presents a case from which she sets considerations about the value of transference in children Psychoanalysis, the status of playing as a treatment of jouissance, the passing of the analyzer from passion to “fixion”, the production of the a as a cause and the analyst working in the production and support of a subjectivizing framework.
Key words Passion; drive; object; playing; cause; subject.


Presentaré para esta articulación teórico-clínica, el caso de un niño al que atendí hace ya mucos años.

Se trataba de un pequeño realmente muy apasionado, amaba y odiaba con locura diría yo, por esa razón, había sido expulsado de colegios en varias oportunidades.

Una vez, se había apasionado tanto con un compañero, que lo invitaba todos los días a jugar a su casa y allí lo mandoneaba tan pertinazmente que el pequeño dejó de ir, ante lo cual él se enojó muchísimo.

Ustedes saben que en la pasión, se trata de una espera infinita y sin límites a cerca del otro.

Estamos ante una situación en donde el objeto a parece perder su cualidad de causa. Por el contrario en estos casos, Pasionales, notamos que se trata de que el objeto a aparece como fijado en el yo. Nos encontramos con el escenario del ser más que el del sujeto, allí donde el sujeto no piensa y actúa impulsivamente.

Allí donde el “supuesto objeto de deseo” llega a ser idéntico a los personajes sobre los cuales el apasionado ha fijado su elección y a los que se ha sujetado.

A ese objeto amado pasionalmente se le pide todo, o se espera todo de él, de manera urgente y permanente y en caso de “fallar por desajustarse a lo esperado”, la afrenta se torna imperdonable.

Del verbo en latín patior: pasión, significa sentir y sufrir muy vívidamente sin límites y con ardor.

La descripción que de este niño hacían sus padres cuando vinieron a consultarme era la de tratarse de un pequeño muy caprichoso, que maltrataba a sus compañeros y que desafiaba a la autoridad de maestros y padres.

“Es un desastre”, decía el padre, ante lo cual, su madre se sentía impotente, mientras era castigado con dureza por su progenitor, que lo golpeaba.

En las entrevistas que mantuve con ellos antes de ver al niño, ocurría lo siguiente: padre y madre sentados frente a mí, ella llorando con gran angustia, acongojada, él haciéndola absoluta y única responsable de los malestares del hijo de ambos.

Desde muy pequeño la madre lo había hecho eco de sus pesares, llegando a constituirse el hijo, en su “paño de lágrimas”, es decir en un objeto. Ella le contaba todas sus penas, ansiedades e incertidumbres, sin advertirlo lo hacía su confesor.

El padre, muy duro con el niño, lo castigaba con penitencias inflexibles, palabras recriminatorias, tal como su propio padre lo había hecho con él.

Las reprimendas y humillaciones que él formulaba al pequeño eran muy severas y casi siempre frente a los amigos. Esta actitud del padre se transformaba en una constante.

Sin detenerme más en estos detalles, valiosísimos por cierto, de las entrevistas a padres, voy a pasar a relatarles mi encuentro con el pequeño.

Ha sido éste sin dudas, un análisis en el que tuve la posibilidad de pensar en qué medida, el significante de la transferencia puede dar entrada al enlace a partir del cual el analista toma el desafío de intentar instaurar el movimiento de deseo.

Deseo que se encuentra detenido por la falta de negativización del objetobque, como mencionábamos se halla en fixierum (fijado).

A partir de la transferencia, intenté encontrar la palanca que mueve al objeto del lugar de tapón que ocupaba, dando la posibilidad de que se ubique como causa.

Veamos:

El pequeño de siete años se presenta inquieto y ansioso. Toma un bebé de juguete y dice “¡Ay, qué lindo!” pero al mismo tiempo, luego de mirarlo lo tira al suelo, varias veces lo golpea contra la pared y lo escupe, lo pisa. Se para arriba y salta sobre él. Me mira.

Va desplegando una gran violencia contra el muñeco pero también noto que hay un estado de gran nerviosismo.

Pocas veces había visto, en mi largo recorrido clínico con niños, el maltrato que este pequeño prodigaba al muñeco, con lo cual, luego de observarlo reiteradas veces, le digo que está muy enojado, le pregunto qué es lo que pasó.

No me contesta.

Esta secuencia es repetida en nuestros siguientes encuentros, vuelve a tomar al bebé y a maltratarlo, pero un día agrega algo:

Lleva al baño al muñeco y me dice imperativamente: “Esperá acá” en tono de orden, cosa muy común en su trato con los otros.

Pasado un rato, me llama, me pide que entre al baño y una vez ahí me dice “¡Mirá!” señalándome el inodoro.

Allí, en el fondo, estaba el muñeco y sobre él, caca.

 

¿Me creen si les digo que lo había intuido?

Creo que la intuición es una fina lectura que realiza el Inconsciente. Inconsciente que tiene la capacidad de anticiparse y que en ese y otros tantos sentidos, nunca deja de asombrarme.

Mientras me muestra al niño-muñeco, sucio en el inodoro, me mira muy nerviosamente.

Le digo: “Parece que el chico se está aguantando las cagadas del padre”. A continuación, me dice: Vos sos la madre, yo soy padre”.

A partir de allí comenzará a configurase una escena en donde el objeto heces entrará como causa en juego.

Dejará él de ser el desecho, para dar lugar a una ficción en donde el objeto se desliza, se mueve.

De juguete rabioso a creador de su propia ficción, este niño en análisis llevará a cabo este juego que durará largos meses.

Desde prepararle la comida al bebe, taparlo con mantas, acostarnos a dormir, como padres que somos, cuidando el sueño de nuestro pequeño.

Cada uno de los padres a un costado de Mepo (nombre que él le dio al muñeco-hijo), protegiéndolo.

El ensayará, como padre, despertarnos con un susto y se reirá sádicamente ante lo cual yo -en papel de la madre –diré que no era lo mejor despertarlo así, que había que tratarlo de otra manera, porque el niño se asustaría.

Le preparamos comida, con masa. La hicimos con harina y agua. Se hacía necesario cada vez, que yo le dijera: “No tanta agua”, “Se va a rebalsar”.

Intervenciones del tipo de acotar el goce. Intentando trocar es Goce del Otro en goce de la medida, goce fálico. Por eso, le señalaba lo bien que hacía las comidas.

Porque luego de que la masa estaba lista, se les daba forma de empanadas, pizzas, panes, etc.

Creo que hicimos el juego de la casita o el juego del hogar. Poníamos un mantel y comíamos los tres.

Cada vez que llegaba a sesión preguntaba ¿Dónde quedamos?


Fue un juego que se extendió, porque luego él, como padre, pasó a ser cocinero de profesión y hacía ricas comidas para vender.

¡Cola de gente esperando para comprarle!


Me preguntaba “¿Hay mucha gente?” yo salía para ver y le decía: “¡Muchísima!”

Comenzamos a anotar, hacer turnos de espera por escrito.


¿Saben lo que eso significa…? ¿Llegar a hacer cosas que los demás quieran?”


¡Que deseen comprar lo que uno hace…!


Hay algo del orden de lo agalmático, de amasar el objeto ahí, sin dudas en ese juego, hay algo del objeto que se cocina, ¿no creen?

Luego, en el juego, el padre se quebró una pierna jugando al futbol (parece que dejó ver su falta, su barradura) y entonces, madre e hijo lo ayudaban y cuidaban.

Apareció allí un padre donador, porque le dejó el lugar en el futbol a su hijo para que lo reemplace.

Creo que el ofrecimiento de hacer jugar la pasión, de anudarla a la ficción, desamarrando al objeto de su ser para ubicarlo como causa, falta en ser, permitió correrlo al punto de anudamiento, y así, intentar que ese real desanudado pudiera entramarse con simbólico e imaginario .

“El niño está para que el nudo se haga bien”, es una frase de Lacan (1973), efectivamente se puede ver algo de este entramado surgir en esta cura.

Considero que en este derrotero, se ha producido un pasaje, toda vez que el niño deja de ser ese objeto para jugar su mano como sujeto. En este sentido, es el juego, como aparato de goce, como dispositivo de tratamiento del goce, el que ha permitido realizar esta transmutación.


Referencias


Lacan, J. (2010) El Seminario. Libro X. Buenos Aires, Argentina. Editorial Paidos. Lacan, J. (2000) Dos notas sobre el niño, en Intervenciones y textos 2. Buenos Aires,

Argentina. Editorial Manantial.


Lacan, J. El Seminario Libro 22. Inédito. Versión Escuela freudiana de Buenos Aires.