Revista de Historia, N° 18, Noviembre 2017, pp. 174-177 Departamento de Historia, Facultad de Humanidades,
Universidad Nacional del Comahue.
ISSN-e 2591-3190
http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/historia/index
RESEÑAS
Laura Beatriz Valdemarca Facultad de Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Córdoba
El libro se organiza en siete capítulos que analizan los bombarderos en Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, un frustrado atentado al presidente Perón, liderado por la Marina y la Fuerza Aérea. Es un conjunto de abordajes que muestra un trabajo minucioso de varios equipos de investigación que permite al lector recorrer este episodio aún sin conocimiento del mismo o sin ser conocedor de las categorías de análisis utilizadas por los autores quienes las despliegan con solvencia y respaldadas por un minucioso y riguroso uso de diversas fuentes. El recorrido propuesto va desde los hechos mismos del bombardeo, su registro por la televisión oficial, lo que sucedió posteriormente hasta las políticas de la memoria implementadas luego de cincuenta años de ocurrido el bombardeo, pasando por los análisis de la reconstrucción historiográfica de los mismos y expresiones artísticas, muchas de las cuales pueden ser leídas en términos de los discursos ocultos de James Scott. Los autores, con diferentes itinerarios académicos y profesionales, se mueven en los márgenes de lo histórico y lo semiótico y abordan interdisciplinariamente las tensiones y los contextos de producción en los diferentes artículos que componen el libro. Los capítulos permiten repensar los bombardeos en las claves de los diferentes usos de los hechos: primero, la normalidad; luego, la desperonización y finalmente, la memoria.
En el primero, “El pueblo debe estar tranquilo: las imágenes de un bombardeo”, Matías Izaguirre y Mauro Vázquez reconstruyen las estrategias de performatización del acontecimiento a través de las publicaciones de los diarios cuya elección fue la de mostrar normalidad y subestimar la capacidad y entidad de los líderes del bombardeo: invisibilizar y dejar en el anonimato a las víctimas. Con diversas fuentes, los autores prueban que esa fue la opción del propio Perón para atemperar los ánimos en una sociedad con importantes rupturas: cadenas de significantes y marcas a través de las fotografías que representaron el atentado y permiten leerlo como el presidente y los medios oficialistas e independientes quisieron que fuera leído. En el segundo artículo: “Huellas de la violencia: Itinerario del registro audiovisual de los bombardeos” de Nicolás Gandini y Nadia Koziner reconstruye la jornada vivida y filmada por los camarógrafos de Sucesos Argentinos, testigos privilegiados de la jornada que grabaron treinta minutos de bombardeos, en algunos casos a tan poca distancia que resultaron heridos. Analizan el uso de las mismas imágenes desde 1956 en adelante cuando el intento de golpe devino en gesta heroica. Los autores también retoman otras realizaciones fílmicas con los materiales, las realizaciones y los trayectos de las horas de filmación perdidas, desaparecidas, cambiadas de dueño o destruidas para borrar todo el registro de primera mano que hicieran los camarógrafos el 16 de junio y que afectaba negativamente los relatos construidos oficialmente.
El tercer capítulo, de Mariano Baladrón y Lucrecia Gringauz, “Efemérides y prensa gráfica: olvidos explícitos y recuerdos velados del bombardeo de 1955”, reconstruye algunos de los tratamientos gráficos que tuvieron los diferentes aniversarios, todos en la línea de justificar los bombardeos hasta el retorno de la democracia cuando se instalan versiones más dubitativas pero sin ninguna aspiración de invocar otra memoria, en parte, por el temor a generar fisuras desde un pasado que justificaba un rumbo presente y sobre el cual las acciones del Estado, los medios y hasta los historiadores habían sido efectivas en generar una versión del acontecimiento. Señalan un quiebre en 2005 cuando, por motivo del cincuenta aniversario, los autores detectan operaciones discursivas que tienden a ligar los bombardeos con actos como los piquetes del campo en 2008.
El cuarto capítulo de JuanBesse, “Escritura, silencio y borroneo, nuestros años sesenta: el lugar de los muertos y de los hechos en las primeras narraciones historiográficas acerca del 16 de junio de 1955”, pivotea entre dos escritos clásicos de Tulio Halperín Donghi y José Luis Romero que se volvieron fundantes de toda la historiografía posterior. Besse desnuda los recursos de la palabra que implican una elección de la memoria en ambos escritos que tienen en común, como otros relatos procedentes de otros formatos y textos, el ocultamiento de los muertos y el desdibujamiento de las responsabilidades de los militares que organizaron el ataque.
El quinto capítulo, “Catorce toneladas de silencio: arte, política y derechos humanos” de María Graciela Rodríguez y Cecilia Vázquez , inscripto en la perspectiva de la comunicación cultural, recupera los vínculos entre los emprendedores de la memoria y los activistas culturales para el rescate de aquellos hechos condenados al silencio, entendiendo que la oportunidad política abierta desde 2003 coadyuvó a la ampliación del campo de los derechos humanos, siendo la primera vez que se menciona en el libro esta perspectiva .
El sexto capítulo, “Silencio, olvido y después: vacilaciones en torno a la conceptualización de los bombardeos a Plaza de Mayo”, de Mariana Álvarez Broz y Sebastián Settanni, es una reflexión sobre las diatribas de los autores del libro para calificar, dentro de las categorías analíticas de terrorismo de estado, masacre y violencia política, al episodio analizado. Un lugar incómodo dado que no se ató a ninguna de esas categorías o tuvo algo de cada una si se rastrean sus consecuencias, intenciones y actores. Parece que hasta mediados del siglo XX, el bombardeo del 16 de junio tenía la triste condición de ser único ya que no había una situación de guerra en la ciudad objeto del mismo. El capítulo es un aporte a nuestros dilemas cuando nos enfrentamos a hechos que no encuadran perfectamente en las conceptualizaciones aceptadas y sin evadirlas, invita a repensarlas para que la teoría no opaque la realidad ni obture nuestros análisis.
El séptimo capítulo, “Políticas de la memoria sobre el 16 de junio de 1955: restituciones materiales y simbólicas” de Fernando Bulggiani, repasa tanto las acciones públicas formales, como el aprovechamiento que hicieron los familiares de las víctimas. El autor resalta que todo acto de memoria y reparación implica legitimar ya no el acontecimiento vacío, sino historias individuales ocluidas por otras políticas de borramiento y estigmatización de los asesinados. Por lo tanto, considera que conmemorarlo a partir de un rastro material-monumental es necesario como reparación económica, para lo cual recorre los proyectos presentados en la Legislatura porteña y en el Congreso Nacional. Para finalizar, es importante resaltar que el texto es de una lectura necesaria para aquellos preocupados por la historia argentina, el peronismo, la memoria, el rol de los medios y los historiadores en la reconstrucción de acontecimientos. Se encontrarán con un uso metódico y conveniente de categorías analíticas, en su mayor parte, provenientes de la semiótica y el análisis del discurso, contextualizadas de manera pertinente que nos muestra otras aristas de una parte de nuestra historia del siglo XX.