Páginas de Filosofía, Año XXIV, Nº 27 (enero-diciembre 2023), 200-204
Departamento de Filosofía, Universidad Nacional del Comahue
ISSN: 0327-5108; e-ISSN: 1853-7960
http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/filosofia/index
NOTA CRÍTICA/ CRITICAL NOTES
UNAS POCAS PALABRAS
A FEW WORDS
María Luisa Femenias
https://orcid.org/0000-0003-1144-1197
Nota crítica sobre el libro de María Luisa Femenías (2022). Los disidentes: filósofos feministas excluidos de la memoria, Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Galerna, 446 páginas.
Palabras clave: Disidentes; Igualdad; Inclusión
Keywords: Disidents; Equality; inclusion
El libro Los disidentes nació de una pregunta pequeñita y de una curiosidad, que se fue expandiendo.
En una de mis tantas noches de insomnio, la pregunta que acudió a mi mente fue más o menos así: si las mujeres estaban completamente excluidas de todos los órdenes públicos y jerárquicos, y recluidas en el espacio doméstico o conventual ―tal como algunas posiciones alegan―, cómo hicieron para finalmente poder ingresar a dicho espacio público y de reconocimiento. La respuesta que, sin dudarlo un momento, consideré apropiada fue que había habido una suerte de caballo de Troya. Dicho en otros términos, a esa especie de bloques antagónicos varón-mujer (y sus competencias consideradas esenciales: público-privado; razón-emoción; fortaleza-debilidad; acción-pasividad, y muchas más por el estilo), que se fueron diseñando a lo largo de las culturas respondiendo a una lógica binaria implacable y excluyente, había que reconocerles fracturas. Debió haber habido ―esa fue la primera hipótesis que construí― épocas de resquebrajamiento de las exclusiones binarias, tan taxativas y elaboradas o, quizá ―segunda hipótesis―, épocas en las que predominó más ambiguamente un sexo-género sobre otro, junto con un conjunto de condiciones naturales, sus matices y sus tensiones. Asimismo, consideré que debía admitirse que las concepciones taxativas no daban cuenta plena de la realidad cotidiana y que había que modelarla según épocas, países e idiosincrasias. Es decir, debió producirse un vaivén, una dialéctica, un movimiento más o menos tenso y constante entre lo considerado propiamente masculino y/o femenino, la mayor presencia de uno de los polos, cuya manifestación se intensificaba o se invisibilizaba según las épocas, los países y las clases. ¿Cómo se filtraron entonces esas mujeres reales en el espacio público masculino? Además de sus luchas, ¿quiénes les favorecieron o permitieron la entrada? ¿Es que los relatos en blanco y negro deben sustituirse por una intensa variación de matices de gris? No en vano siempre afloraron algunos nombres femeninos a modo de excepción, rareza o anomalía, plasmados en divinidades, mitos, mujeres extraordinarias o arquetipos teatrales.
Durante algún otro insomnio, alcancé la certeza, certificada por diversas y erráticas lecturas de textos de mujeres “eruditas” de distintas épocas, que no solo Descartes se escribía con Elizabeth sobre cuestiones del alma-mente y del cuerpo. Todas ellas ―yo ya había publicado Ellas lo pensaron antes― intercambiaron correspondencia, participaron en foros y tertulias y, más adelante (o quizá también mucho más atrás), coordinaron salones o sucedáneos en los que discutían asuntos del cielo y de la tierra.
Aquí viene a jugar su papel mi curiosidad: ¿Quiénes habían sido los varones que compartieron con esas mujeres la convicción de su reconocimiento como sujetos de derechos igualitarios?
De algunos de ellos ―filósofos, científicos o pensadores en general― se conserva su nombre, e invariablemente Descartes aflora siempre como uno de ellos. Otros permanecen en las sombras. Por cierto, conocí a algunos de esos personajes en un seminario pionero de Celia Amorós Puente, en la Universidad Complutense de Madrid, hacia el año 1991; seminario que tuve el placer y el desafío de cursar y que, desde el modo de trabajo hasta la temática del curso, era una novedad para mí. Eso incentivó mi avidez y mi curiosidad por lo que retuve algunos datos, nombres y debates. Pero debía haber más.
Es decir, debía haber más teóricos enlazados por una problemática y un arduo debate político, ético, antropológico y hasta teológico sobre la igualdad entre varones y mujeres y, más extendidamente, tal como lo formuló François Pollain de la Barre, entre blancos y “negros”, católicos y protestantes (hugonotes), ciudadanos y colonos, señores y vasallos. Certeramente, de la Barre consideró que la implementación de la “igualdad” política ―su denominado cogito pragmático― a la estructura social, derrumbaba las jerarquías y las subalternidades de la estructuración social ―en especial racistas y sexistas― consideradas naturales. Y las explicó, claro está, con el vocabulario y las herramientas teóricas de que disponía en esa época.
Y fui tirando de ese hilo que, si bien delgado y precario, abría una brecha firme a toda interpretación monolítica del pasado y de la historia del feminismo. Traté de devanar la madeja: rastreé posiciones proto-igualitarias y las contrasté con otras de igualdad radical, como las de Condorcet o la de Fourrier. Traté de mostrar matices (muchos de ellos epocales), y de trazar algunas líneas generales para mostrar los modos en que, en nuestros días, recogemos una larga cadena de aportes, que permiten profundizar temas y problemas, esbozados siglos atrás. Algunas contribuciones son de larga data, aunque en gran medida hubieran sido opacadas ―más bien ocultadas― por un pensamiento hegemónico complacido en minusvalorar, tergiversar o desconocer ex profeso aquellas ideas, en vistas de hacer perdurar concepciones retrógradas, posiblemente como modo indirecto de mantener sus privilegios de sexo-género y de “raza”, entre otros.
Así rastreé, localicé, leí, analicé y organicé obras en diversos idiomas porque la mayor parte no tiene traducción en castellano, o la tiene sólo parcialmente, realizadas por lo general en España y México, con mirada literaria o histórica.
Por eso, un rasgo adicional de Los disidentes es difundir textos y concepciones escasamente conocidos, basándose en fuentes poco accesibles, con mirada y perspectiva crítica, filosófica y de género. Como modo de promover el debate, consigno meticulosamente sus referencias bibliográficas, así quien sea que se interese en el tema podrá cotejar, reinterpretar y discutir todo lo consignado en sus páginas. También remito, donde las hay, a obras de consulta o comentarios críticos. Una deriva de ello es promover la inclusión de problemas y textos no tradicionalmente presentes en las habituales historias de la filosofía o en las asignaturas temático-problemáticas (extra)curriculares, y no sólo como módulo adicional de algún seminario de grado o de posgrado, que las urgencias de los cronogramas curriculares obligan a incumplir. Con ese interés, registré también algunos pensadores hispanohablantes y latinoamericanos, sin consignarlos en un apéndice, lejos del mundo intelectual, de sus objetivos, polémicas y logros, sino entremezclados en las líneas generales de los debates de su época.
Por su parte, varias veces me han preguntado si Los disidentes dialoga son Ellas lo pensaron antes. Mi respuesta es simplemente “Sí”. Los nombres de los y las protagonistas de ambas obras se entrecruzan. Incluso en algunos casos, sus propias vidas también lo hacen. Esto da cuenta, y refuerza, la idea de un fértil terreno común de debate de opiniones e intercambio de ideas que, aunque en muchos casos marginal o minoritario, tuvo el firme deseo de incidir en la sociedad de su época a los efectos de promover vínculos y estructuras más ecuánimes. Se basaron en la idea de igualdad y apuntaron a sus derivas sociales, legales, educativas, entre otras, con firme voluntad de coherencia teórico-práctica. Lamentablemente, en la mayor parte de los casos, los promotores de esas ideas igualitaristas no lograron ver en vida la plasmación de sus propuestas. Más aún, en muchos casos ―pienso en Fourrier, por ejemplo― debieron transcurrir más de cien años para que se rescatara y difundiera buena parte de su obra.
Por eso creo que Los disidentes es una contribución que, aunque preliminar y más bien modesta, difunde el pensamiento de un conjunto de varones igualitaristas, que defendieron la causa de las mujeres, sus derechos y los de las poblaciones no-blancas, no-metropolitanas, no-hegemónicas. Fueron sin duda una suerte de caballo de Troya en el pretendidamente monolítico bloque de los varones-valores patriarcales hegemónicos, contribuyendo a erosionarlo, aún sin poder derribarlo. De modo que Los disidentes es sólo un paso para visibilizar los esfuerzos de algunos pensadores que apostaron sus vidas por una sociedad más equitativa y justa. Posiblemente muchos más sigan olvidados; sus obras siguen aguardando salir a la luz en un estante o en la caja en alguna biblioteca conventual o universitaria, sin la debida identificación y catalogación. No incluí otros, bien conocidos ―Bertrand Russell, por ejemplo― debido a su notoria defensa de las mujeres, la paz y de los DDHH en general. Su militancia a favor de esas causas es bien conocida y no necesita ser resaltada en un libro de este tipo.
Ahora bien, Los disidentes no hubiera podido estar en los anaqueles de las librerías sin la intervención de la editorial Galerna y, en especial, de Carolina di Bella ―su Gerente Editorial―. Además, quiero agradecer a mis colegas y amigas Rosa Belvedresi y Graciela Vidiella que tan generosamente han leído y presentado mi libro, el año pasado, en la Biblioteca Obrera Juan B. Justo. También a Daniel Busdygan quien, como representante de esas voces de varones disidentes, aceptó coordinar la mesa de presentación del libro y colaboró en su difusión. La calidez de las palabras de Graciela Vidiella y de Rosa Belvedresi, la cuidadosa lectura que hicieron del libro, la sagacidad de sus comentarios y sugerencias, cohíbe mis propias palabras. Por último, solo me resta decir “gracias” a Mariana Castillo Merlo ―directora de esta revista― por acceder a la publicación de estas notas.
Recibido el 24 de octubre de 2023
Páginas de Filosofía, Año XXIV, Nº 27 (enero-diciembre 2023), 200-204